Por Lic. Rodolfo Leandro Jiménez
Director Escuela Gabriela Mistral
Adornada con unas macetas muy grandes , canastas de helechos que guindan en el corredor que la rodea , con colores blanco ,azul y rojo , muestra su esplendor con tejas de barro que resplandecen en el sol naciente , y en una banca de madera ya deteriorada por lo años se observa la figura de una mujer sentada con un vestido largo y con unas trenzas hasta su cintura , radiante y esculpida por la mano de Dios se ve sin duda a la mujer , a la madre , a la abuela, silenciosa rebosada de frescura ante el amanecer , cómo si el sol congraciará con la casa y con ella a la misma vez. Al observar su cara, sus líneas faciales demuestran el camino recorrido en este mundo, desde el momento de niña hasta la abuelita que es actualmente, toma su escoba y barre los pisos ya gastados, con un movimiento de caderas limpia y limpia sin detenerse, en la cocina un fogón de leña encendido, con fuerza, ardiendo cocinando hoy para su familia, un olor exquisito de la gallina que está preparando para recibir a sus hijos, nietos y con gran esmero preparando todo con alegría.
En la sala de su casa un retrato ya muy viejo, bañado de polvo y amarillento recuerda su amor con Ramón jornalero que de Dios goce, su esposo, su compañero, ese lugar se detuvo en el tiempo, al lado las fotos de sus hijos como recordando que el fruto de ese amor fue bueno, en su cuarto un camón grande con un colchón de paja, cerca de él una mesita con la imagen de un santo y una velita de aceite que brilla cada vez que Tencha reza.
No hay palabras para describir aquel lugar mágico donde el tiempo grabó en cada aposento una linda anécdota y donde el gallo canta cada mañana anunciando al mundo que hay una casa que se despierta para recordarnos que no hay que olvidar que en la humildad y en la sencillez también existen cosas buenas, que hay una casa donde el tiempo se detuvo para ofrecer un espectáculo que no necesita de cámaras, ni luces sino sólo el cariño y el amor de hacer lo mejor en la vida como lo hizo Tencha.
Una mañana de tantas el sol brilló más que nunca y su casa resplandeció más fuerte, en su banca de madera dormía para siempre, con una sonrisa dulce, parecía que ya sus líneas faciales no se veían y la recompensa de ser una mujer de bien había llegado, tu casa será testigo de tu vida ya puedes ir a descansar con Ramón ya has cumplido tu deber Tencha.