(Leyenda Comunal)
Por Lic. Rodolfo Leandro Jiménez
Director de la Escuela Gabriela Mistral.
Un día de mucho trabajo, cansados y con deseos de llegar pronto a nuestra casa salimos al ser las siete de la noche de la empresa, llovía y llovía, era evidente la obscuridad, los otros dos compañeros también viven en el mismo trayecto, pues bueno al llegar a la parada de bus una señora nos indica que el bus pasó unos segundos antes y como lo suponen nos dejó, los tres nos volvimos a ve y uno de ellos nos alentó para irnos caminando ya que el autobús volvía a pasar dentro de una hora, la señora nos dio la bendición y empezamos la caminata.
Entre chistes y risas caminamos rumbo a La Guácima donde vivimos a pesar de que teníamos que caminar todo el trayecto ninguno se quejó, al llegar a Ciruelas cruzamos el puente del río, ahí precisamente sucedió algo que nunca pensé puede pasar, encontramos aún lado de la calle un niño de aproximadamente 8 años, con carita de asustado, con lágrimas en sus ojos y con una rama que tenía mangos verdes en sus manitas, nos pide le ayudemos, uno de mis compas le dijo claro. ¿cómo te llamas? Carlitos nos dijo y necesito llegar a mi casa, mi mamá debe estar preocupada porque no he llegado y a esta hora tan de noche me da miedo irme solito, se nos conmovió el corazón y claro lo llevamos con nosotros, al llegar a una de las entradas llamada Las Palmas, se despidió y dijo aquí vivo yo, nos dijo adiós aún así nos pareció extraño que no estuviera su madre preocupada buscándolo.
Seguimos caminando ya casi llegamos al cementerio pasamos por el frente, es ahí donde lo real o lo ficticio se mezclan en el ambiente, con mirada atónita los tres miramos dentro del cementerio y pues el mismo niño que había venido en el camino se encontraba sentado en una de las tumbas y con una sonrisa nos agitaba las manos diciendo adiós, claro mis compañeros y yo como dice el dicho “patitas pa que las quiero”, y pues bueno ustedes entenderán que ahora preferimos esperar el autobús aunque tengamos que esperar más y por supuesto el niño perdido nunca más lo volvimos a ver. Moraleja: ¡Haz el bien y no mires a quién y corre por tu bien.